180 GRADOS

Y continuó analizando el problema, avanzando lentamente a pequeños y rítmicos pasos, con el torso inclinado, la cabeza gacha y las manos a la espalda.
Siempre había solucionado así sus problemas y tomado sus más transcendentes decisiones. Así distraía el alma, el instinto y la consciencia y liberaba su más lógica racionalidad de toda atadura: Pequeños paseos de ida y vuelta en línea recta.
Giró.

180 Grados

Siempre de noche, paseando por los jardines de su mansión, por un parque, por la terraza de su alcoba..., en innumerables sitios, ojeando la luna a pequeños ramalazos de súplica de inspiración.
Era una tibia noche de finales de primavera, pero el sudor lo embadurnaba empapando todas sus prendas como si errara por el centro del infierno.
Giró la cabeza a la izquierda para observar a la luna llena varada en el firmamento. “Tú sí que has visto mundo”, pensó.
Pero esta vez era distinto... Sólo quedaban dos caminos: Uno a cada lado.
Giró

180 grados

Todavía era joven, y sin embargo rico y poderoso. Con pequeños paseos había sorteado las múltiples zancadillas que se había encontrado a lo largo de su vida, desecho nudos imposibles, pergeñado planes audaces, proyectos sin sentimientos, tomado las decisiones más transcendentes y heladas venganzas contra todos los que se habían atrevido a desafiarlo. Con frialdad. Utilizando sólo la lógica y el raciocinio que soldaban todas las piezas para terminar encajando el rompecabezas.
Pero esta vez era distinto... Había sufrido una intuición.
Dos caminos...

180 grados

Miró el reloj. Seis horas ya. Durante los últimos 10 días el ciclo de cortos paseos de ida y vuelta se había repetido sin conseguir que la luz más tenue iluminase la terrible oscuridad y dolor en que se hallaba sumido.
Nunca había querido a nadie, ni siquiera mostrado el menor sentimiento o humanidad. Sólo se había rodeado de soledad y ambición material... hasta que apareció ella, descubriéndole sensaciones y sentimientos que ignoraba que poseía.
Pero se había marchado de su lado, y sintió el vacío por primera vez.

Se paró.

Miró en vano a la luna mendigando un haz que lo sacase de aquel dilema: Sopesaba dos caminos.
Observó el de la derecha y, por su enorme dificultad, lo consideró ya imposible. El de la izquierda sería mucho más fácil.

90 grados a la izquierda.
La luna se diluía sobre las negras aguas del río. Situado sobre la balaustrada del puente dio un nuevo paso. Esta vez hacia el vacío.
Su cadáver aparecería flotando tres días más tarde.

No hay comentarios: