Avanzaban por la misma calle pero en sentido contrario, y sus vidas se cruzarían sin remedio.
Ella: Se sentía como una muerta. Acababa de romper otra relación y sus ojos azules parecían que se iban a quebrar.
Él: Notaba un vacío en su interior. Aburrido y perpetuamente solo, a punto estaba de recapitular y rendirse ante la evidencia de que jamás daría con esa persona especial a la que haría sentir como una reina.
La imaginaba delgada y morena, dulce y vergonzosa. Con ojos azules, porque quería ver el cielo cuando la mirarse. Sólo era un romántico bobalicón que terminaría uniéndose sin amor, únicamente para mitigar su soledad.
Ella: Giró violentamente la cabeza para espantar los largos cabellos morenos que le acariciaban el rostro. Se echó mano a la cintura y se notó más delgada. Tendría que hacer un esfuerzo por comer más.
Desde niña había soñado con alguien romántico, suave y delicado, que le hiciese sentirse una princesa. Con alguién casual y distraído que le arrancase sonrisas. Pero iba a claudicar de su ilusión. Terminaría como una triste moribunda resignada a compartir destino con cualquiera.
Era tan tímida... y se sentía tan frágil...
Era una madrugada de invierno en la que hasta los perros habían huido, y ambos se apuraron más.
Él: Siempre la respetaría. Tenía el despacho en casa y sacaba tiempo para las tareas domésticas, porque le encantaban y le hacían relajarse. Sobre todo cocinar.
Ella: Estaba harta de que la tratasen como a una esclava. De llegar a casa tras el trabajo y faenar sin un momento de descanso. Especialmente odiaba la cocina, por eso estaba tan delgada, aunque eso no le importunaba. Prefería a las personas esbeltas.
Él: También estaba por debajo de su peso. Encendió un cigarrillo. Todos reían en su presencia mientras él destilaba aflicción por dentro. Borró una lágrima que resbalaba por su mejilla y ,cariacontecido, comenzó a negar con la cabeza. Jamás la hallaría.
En aquella noche sin luna pronto tropezarían.
Ella: Aspiró una bocanada de humo. Al menos el tabaco la hacía sentirse con vida. Negó con la cabeza. Sólo había conocido a imbéciles egoístas que la usaban como a un trozo de carne. Nunca aparecería. Se mostro apenada. ¡Nunca!
De la oscuridad se desprendieron gotas de rocío, como una fresca alfombra que se tendía ante su inminente encuentro.
Él: Escrutaba lo más recóndito de su ser en busca de las razones por las que se le negaba la felicidad. Percibía desamparo a chorros.
Ella: Se preguntaba por qué no podía acertar con el verdadero amor. Por qué se le negaba. Advirtio que su corazón sufría un interminable destierro.
Cada vez iban más deprisa y pronto se reunirían. Nadie más había en muchos kilómetros a la redonda. Nadie más que pudiese interferir en la unión que la suerte les preparaba.
Él: Tan distraído... Fue una centésima de segundo. Cuando levantó la mirada la vio y quedó deslumbrado. Sin poder remediarlo se fue hacia ella.
Ella: Lo vio venir y se sintió más viva que nunca.
Una placa de hielo sobre la calzada le hizo imposible rectificar la trayectoria. Los dos vehículos colisionaron brutalmente a toda velocidad. Ambos conductores murieron en el acto.
Sólo eran extraños en la noche. Nada más.
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